sábado, enero 15, 2005

CARPE DIEM


¿Adivina quien soy ahora?


Si la contraprogramación no lo impide, a las 3 de la madrugada de mañana, TVE1 pasará una película de 1978 que se estrenó en español con el título infecto de Desmadre A La Americana; el original era National Lampoon's Animal House.
En esa película confluían diversas corrientes innovadoras del periodismo y el espectáculo satíricos. National Lampoon era una revista excelente, con base en Chicago, que había removido las aguas del humor americano, impreso y de cabaret. El revolucionario programa televisivo Saturday Night Live estaba claramente emparentado con esa revista, y el trasvase de creadores, guionistas y actores era habitual.
La película en cuestión tiene como escenario el campus de una universidad norteamericana, en 1962, un año en el que no sólo murió Marilyn y Barcelona se cubrió de nieve por Navidad: fue también el año en el que American Graffitti situaba su acción. La coincidencia no es gratuita. American Graffitti era un canto generacional, iniciático, en clave de comedia nostálgica.
Desmadre A La Americana era un canto generacional pero sin nostalgia: una demanda de recuperación de las esencias, del rock tras tantos años de baladas, del individualismo tras tanto hippismo, tanta bondad y tanta concienciación política (más aparentes que reales). Desmadre A La Americana fue una rebelión contra un cierto borreguismo progresista, que había ido creando normas de conducta que habían acabado por ser tan fósiles como las que creó antes el conformismo contra el que el progre se rebeló en su momento.
No sé con seguridad cuándo se estrenó en Barcelona. Yo diría que en 1980. La vi unas cuantas veces, creo que en el cine Montecarlo. Desconozco lo que aquella película significó exactamente para los americanos, pero para nosotros -que llevábamos ya cuatro o cinco años de transición y empezábamos a sentir el desencanto ante los grandes horizontes prometidos cuando Franco murió-, Desmadre a la americana tuvo mucho de metafórico y ejemplar. Sus personajes eran mal vistos por las autoridades, los pijos y los progres, que no soportaban su individualismo, su hedonismo y su amor por la juerga constante. Recuerdo escenas memorables. La fiesta de las togas... La mentira que uno de los protagonistas urde, inventándose la muerte de su novia, para conseguir ligarse a una de las chicas... La grandiosa incorrección política que unía al gordo, al musulmán y al ciego en un rincón de la fiesta... La de la pareja de pijos en el coche: la chica masturbando al chico con un guante de goma... La de John Belushi en el self service, engullendo platos y bocadillos antes de llegar a la caja para, así, no pagarlos...
Y, sobre todas ellas, la secuencia en la que un joven "muy auténtico" canta y toca la guitarra sentado en una escalera. Canta una balada lánguida, bucólica. John Belushi lo ve, escucha la melodía, arquea una ceja, se acerca hasta él, le pide la guitarra y, cuando la tiene entre sus manos, la destroza contra la barandilla. Una vez destrozada, se la devuelve con cara compungida y un "I'm sorry" discreto.
Era una escena que concretaba el fin de una época de grandilocuencias vacuas y el inicio de otra que enarbolaba, como banderas, la ironía y la alegría de vivir. Mañana a las tres podemos comprobar si el tiempo le ha pasado factura.

Artículo publicado en la sección El Runrún de La Vanguardia
el 4 de julio de 2001.

1 Comments:

Blogger ruinsenior said...

Sientes La Voz que te dice:

"La calle es una selva de cemento y de fieras salvajes cómo no, ya no hay quien salga loco de contento, donde quiera te espera lo peor.

Donde quiera te espera lo peor..."

Quien se AVISPA en esta vida y/o en la otra, sobrevivirá ante el más fuerte. Hay que andar MOSCA con todo lo que acontece a nuestro alrededor.

Muchacho Borracho

19 enero, 2006 22:22  

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