miércoles, enero 19, 2005

GEORGE KUCHAR. Sinfonía para un pecador


Kuchar Brothers, Bronx underground auteurs.


"El cine es sangre, lágrimas, violencia, odio, amor y muerte".

(Douglas Sirk)



Cineasta que algunos autores han calificado como el "Douglas Sirk del Bronx" y a quien otros, junto con su hermano Mike, se han referido como "los Buñueles de Boon-Docks" o diciendo "si Jean Cocteau hubiera nacido en Bellevue, crecido en el Bronx, educado por la R.K.O. y tenido un hermano gemelo, el resultado habría sido los hermanos Kuchar".

George Kuchar nació en el Bronx en 1942 y comenzó a realizar sus primeros films, con su hermano Mike, a la edad de doce años, gracias a una cámara de 8 mm., propiedad de una tía suya, que ambos solían tomar prestada hasta el momento en que su madre les regaló otra, que George continuó utilizando hasta tener alrededor de veinticinco años, cuando pasó a rodar sus películas en 16 mm.

Los hermanos Kuchar empezaron a obtener reconocimiento público a partir del momento en que su primera actriz, Donna Kerness y su amigo Bob Cowan les convencieron de mostrarlas en un loft perteneciente a Ken Jacobs en el que, regularmente, tenían lugar proyecciones de películas de vanguardia que solía frecuentar Jonas Mekas, a la sazón crítico cinematográfico de Village Voice.

La mayor parte de los films realizados por George Kuchar son "grandes" melodramas, en los que resulta transparente el carácter cínico e histérico de su realizador, poblados por extraños personajes, llenos de frustraciones e inestabilidad emocional, "monstruos" prehistóricos que se alimentan y sobreviven gracias a la carne y a la sangre de los seres que les rodean, "vampiros" vegetales como el de El Enigma De Otro Mundo (The Thing... From Another World, 1950) -junto con Que El Cielo La Juzgue (All That Heaven Allows, 1954), una de las películas, no por azar, favoritas de George Kuchar-.

La amarga concepción de la condición humana que contienen los films de George Kuchar no es, sin embargo, traducida en un modo trágico, todo lo contrario. Sus obras están dotadas de un ácido y perverso sentido del humor, que no cabe, en puridad, calificar de "negro" y al cual se llega a través de la distancia que supone la extrema exacerbación de las convenciones del melodrama, de la sobreinterpretación por parte de los actores de los papeles que les han correspondido -debida no a su falta de calidad interpretativa, sino a una consciente elección por parte de Kuchar en su dirección-, como puede verse claramente en ese test dramático que es I, An Actress (1977), de los toques kitsch, que son tan caros al cineasta y de los subrayados constantes a los que recurre, tales como la sobreorquestación musical siguiendo pautas hollywoodianas exageradas hasta su extremo, su trabajo sobre la iluminación dentro de los márgenes que le permiten sus escuetos presupuestos -habitualmente rondando los 1.500 dólares- en un sentido que trata de acercarse al concepto de luz presente en los films de Douglas Sirk o a su potenciación de los ángulos de cámara -he aquí uno de los raros cineastas actuales para quien la noción de ángulo es clave-; todo ello sostenido por una, no por extraña menos potente, concepción de lo poético, que incluye la utilización de slang del Bronx en momentos sublimes.

Se ha dicho de su obra que, "dejando aparte sus fallos técnicos, acabamos encontrándonos con un híbrido maravilloso, como si Sam Fuller y Joseph Von Sternberg hubieran colaborado en el rodaje de un guión escrito por Tennessee Williams y Russ Meyer" (este último el cineasta que ha sido calificado por los Cahiers Du Cinéma como el "Walt Disney del porno") -la anterior es una cita, de autor anónimo, publicada con motivo del 7th. Annual Thames Film Festival de 1977-; apreciación en mi opinión bastante acertada del enfoque de sus películas, si a ella se añaden las nociones que han podido quedar esbozadas en el texto que precede.

En una entrevista a que sometí hace algún tiempo a George Kuchar éste manifestaba: "No quiero que las grandes compañías distribuyan mis películas y espero que lo poco que realice les haga enfermar del estómago. He creado mi propio imperio del cine y caeré con él. Dejadme que lave mi ropa interior con el detergente que yo escoja", y finalizaba: "el Señor se compadezca de mi retorcida alma".



JOSÉ IGNACIO FERNÁNDEZ BOURGÓN

Artículo publicado en el número 37 de la revista
Casablanca. Papeles De Cine (enero de 184)