domingo, enero 30, 2005

HUNTER S. THOMPSON. Cronista del Suicidio Americano


El Doctor Gonzo.


"When the going gets weird, the weird turn pro".

(Hunter S. Thompson)



El buen doctor nos da su opinión sobre todo... sobre Carter, la cocaína, la adrenalina y el nacimiento del periodismo Gonzo.



· ¿Ha cambiado mucho tu actitud respecto a los políticos de la que manifestaste en tu libro Miedo Y Asco En Las Vegas, escrito a raíz de la campaña presidencial de 1972?

Bien, desde el ’72 he ido elaborando una idea acerca de esto y que se puede sintetizar en algo así como: la asociación del sentimiento personal que te pueda inspirar un político con la línea ideológica que representa es siempre peligrosa y equívoca. Yo creo que básicamente un presidente de gobierno ha de ser ante todo un hábil hombre de negocios, de hecho yo creo que la mayoría de ellos, lo son. Esto resultaba distinto con Kennedy, con el que uno estaba de acuerdo con su línea política y la personal. Tú sabías que estaba de tu parte. Ahora es distinto, la relación es más impersonal y más distante; no me importa en absoluto quien pueda ser el jodido presidente, sólo me interesa el que no me mande a combatir a ninguna guerra estúpida, y que no me encarcele; en total que me ignore, que no me joda. El presidente debe tener cuidado de la buena marcha y del mayor rendimiento del negocio y olvidarse de las personas, de los empleados que trabajan en él.

· ¿Te has cansado pues de desarrollar tu teoría contra la Casa Blanca?

Lo que me ha sucedido es que he dejado de pensar en ella como una materia de vida o muerte; antes pensaba que la cosa podría cambiar depende de quien fuera elegido, ahora me he dado cuenta de que todos los candidatos son básicamente iguales. Bien, naturalmente aunque Carter sea un repugnante egomaníaco es preferible en mucho a Nixon, que tenía una cadena de horribles antecedentes –Watergate, Vietnam, la bahía de Cochinos…-, estas pequeñas aportaciones a la historia de América que seguramente serán la vergüenza de la siguiente generación, si es que hay otra después de la nuestra…
Yo no creo en la etiquetación de nadie, por eso no se puede tachar a Carter de “liberal” o “conservador”, yo más bien soy de la opinión –compartida por muchos historiadores actuales y supongo que venideros- de que Carter es un presidente con éxito. En fin, Jimmy Carter tiene fe en el futuro y con su ilusión arrastra a las multitudes.

· ¿Cómo te defines tú políticamente, como conservador, liberal… o quizás anarquista?

Bien, yo siempre me he considerado básicamente un anarquista, al menos en el concepto abstracto, en la realidad procuro aplicar la teoría a la práctica lo más exactamente posible, aunque ya ves… no lo consigo con frecuencia. Me interesa la política, pero no como una ideología, sino simplemente como un arte de defensa personal, para que no te atropellen tus derechos. Sin embargo no sirve para atacar, ellos siempre serán más poderosos que tú y cuentan con verdaderos ejércitos de mercenarios y de profesionales que pueden acabar contigo en menos de un minuto. Uno ha de estar entrado para defenderse tanto dialécticamente como físicamente contra los enemigos, pero no puede pretender el que su preparación física le sirva para combatir en una lucha desigual y a todas luces irrelevante.

· Me dijiste antes, a micrófono cerrado, que durante la campaña del ’76 hubo mucho uso y tráfico de droga entre las personas que ahora obviamente están en la Casa Blanca…

Bien, no todas, no todas, sólo algunas de ellas. ¿Intentas causar el pánico nacional diciendo que la mayoría de los morfinómanos y cocainómanos del país están manejando al resto? (ríe y añade irónicamente) Sobre todo ahora que han ganado las elecciones…

· Los tiempos han cambiado definitivamente, eh, ¿pero que ha pasado exactamente, desde que Carter está en el poder?

Nada en especial, se ha rodeado de gente que no está nada mal. Mierda, con tu mirada irónica me dificultas la manera de expresarme. Quiero decir que si yo fuera el presidente también me habría rodeado de las mismas personas.

· Porque son buenos amigos de la droga…

Eh, ¡eres terrible! Yo no he dicho eso; por término medio la mayoría de personas tomamos cocaína, heroína o hierba sin que por ello signifique que el 99 por ciento del pueblo americano sea un hatajo de junkies o freaks; así, pues, las personas que gobiernan junto con Carter no son tampoco ninguna excepción pero tampoco representan un extremo. ¡Coño, todos tenemos el derecho a tomarnos el placer de pequeños vicios, no!

· Volviendo a tu libro, Miedo Y Asco En Las Vegas, en él hablas sobre el consumo de droga en las campañas electorales y su tráfico descarado. Suponiendo que esto ha sido tomado de datos reales, ¿no tuviste nunca problemas con el servicio secreto?

Naturalmente, porque yo era un acérrimo adicto a las drogas fuertes y a las suaves y además podía decir muchos nombres de los que me las proporcionaban o citar a alguien con el que las compartía, que a los polis de la secreta no les hubiera gustado mucho. Cerca del ’72 hice las paces con la secreta, precisamente en el hotel Baltimore de Nueva York, para celebrar la victoria de McGovern. El hall estaba infestado de polis. Tres de ellos estaban pasándose un joint, yo los reconocí y decidí ponerlos nerviosos. Así pues me acercaba a ellos, les sonreía, les miraba y desaparecía… al cabo de poco volvía a cercarme a ellos les volvía a sonreír, a mirar y a desaparecer de nuevo. Cuando estaba próximo al grupo, los agentes intentaban ignorarme pero se daban cuenta perfectamente de mi provocación y deseaban fervientemente que me largara. Uno de ellos, el más joven, evidentemente nervioso tiró el joint, del que estaba tristemente a la mitad, y lo apagó rabiosamente en un cenicero como si nada. Pero el área que los envolvía estaba llena de humo de marihuana quemada.

· Entonces, te dedicaste a ir contándolo por ahí, esto…

Oh no, ¿para qué? Desde luego todo el mundo lo sabía, las personas que estaban en el hotel Baltimore se dieron perfecta cuenta. Yo no necesité escribir nada acerca de esto, me hubiera creado problemas y la gente lo hubiera tomado como una difamación, los hechos se encargaron de hacerlo bien patente y de expandirlo a los cuatro vientos.

· ¿Y a partir de entonces dejaste de tener problemas con el servicio secreto?

Exactamente, ninguna dificultad. A excepción de un altercado que tuve con un guardia de la Casa Blanca al que le llamé algo así como “gilipollas nazi” y claro el tío se flipó y hube de retractarme y asegurarle que nunca más proferiría insultos semejantes a nadie que estuviera dentro o en las cercanías de esta choza. Yo claro, lo hice y ellos me dejaron suelto.

· Algunos de tus seguidores quisieran saber si lo que narras en tu libro de Las Vegas, sobre las experiencias de drogas son reales o simplemente ficciones tuyas. A excepción naturalmente de que tú mismo fuiste paralizado por la inyección de adrenalina.

Bien, claro si admitiera esto último sería lo mismo que decir que un niño de tres meses ha cometido un asesinato de primer grado contra su abuela.

· Bien, en tu libro no mencionabas nada de este asesino precoz, pero en cambio hacías referencia a la adrenalina.

Es verdad. Pero resulta muy doloroso para mí hablar sobre esto. Es una lucha interior entre la voluntad y el deseo tremendo de inyectarte adrenalina, para que finalmente acabe triunfando ésta.

· Explicabas que una vez la adrenalina ha penetrado en tu sangre, te invade una sensación sobre todo de miedo y de temblores.

Oh sí, aunque esto no es un efecto de la adrenalina sino un fenómeno puramente psicológico del individuo. Es que la adrenalina es muy peligrosa, puedes estar cinco o seis días alto, sin bajar… tú has de ser muy cuidado con ello, en primer lugar no debes olvidar el no pincharte en la vena, puede ser mortal. Bah, pero si quieres saber más acerca de esto léete lo que escribí en Las Vegas.

· Yo siempre tuve la impresión de que cuando decías “Me gusta trabajar bajo el efecto de la adrenalina” estabas hablando en términos metafóricos.

Qué va, usualmente es verdad. Se puede decir que soy un junkie de la adrenalina.

· ¿Cómo describirías la colocada de adrenalina?

Bien, de todas las clases de speed es esta la que lo ofrece mejor, no te produce decaimiento aunque tampoco es muy divertido. La adrenalina es perfecta pero es tan necesaria y cruel como un demonio si te acostumbras a ella. Me acuerdo que una vez en un motel de Austin, me inyecté una sobredosis, noté que alguna cosa iba muy mal. Ví todo el lavabo blanco, de una pureza deslumbrante pero al mirarme al espejo observé que tenía todo el ojo derecho lleno de sangre y notaba como si todo mi cuerpo se fuera licuando, diluyendo.
Yo pensé, "Jesucristo, ¿qué coño vas a hacer ahora?". Y me tendí en la cama como pude y cerré los ojos. Me venían a la mente aquellas horribles historias de Janis Joplin, Jim Morrison, Jimi Hendrix… y otros más. Así estuve torturándome durante veinte minutos en los que me sentí como siempre y entonces dejé de estar nervioso y me dije: "Oh, Dios, menos mal que ya ha pasado todo. Podré pincharme de nuevo con adrenalina

· Cuéntame algo de tu infancia y adolescencia…

Eres un fisgón asqueroso, pero en fin te pagan par que lo seas (Pequeña pausa y una mirada provocativa). Bien, yo he sido un delincuente juvenil, el típico que calza bambas blancas, camiseta de la Universidad de Oxford y tejanos. Yo me dedicaba a robar pequeñas cosas, sobre todo licor que era por lo que nos pagaban más. Ya desde pequeño me di cuenta de que según como vayas vestido se te trata de una manera u otra, así es que yo intentaba ofrecer la estampa del típico muchachito americano.

· Pero sin embargo estuviste cogido algunas veces…

Oh sí, continuamente. Sé más de las cárceles que la mayoría de convictos del país. De los 15 a los 18 años mi vida transcurría repartida entre rejas y las calles. Fue precisamente en la prisión donde me inicié con la heroína.

· ¿Qué te gusta hacer cuando estás colocado?

Bien, depende de las ocasiones y de las circunstancias pro lo que es realmente grande para mí, es coger una gran moto y en una noche de verano ir a toda marcha, llevando una media de 120 millas por hora, por las carreteras de la Bay Area. Es fantástico, sientes la cabeza llena de ácido y el viento que como agujas se te clava en tu piel, ya que entonces el uniforme que suelo llevar es el de shorts y una camiseta. Es algo así como luchar contra el destino y contra los elementos. Te sientes fuerte e invencible. Recuerdo que en una ocasión pasé por delante de un coche de polis y me dio la impresión de que eran ratas, sí ratas con pistolas… (se ríe divertido)

· ¿Y nunca tuviste problemas con las ratas cuando vas colocado?

Oh sí, he estado algunas veces en apuros. Me acuerdo que en una ocasión en que iba completamente colocado y además algo borracho, e intentaba subir a mi coche cuando me topé con una Magnum 57 apuntándome. Sin darme tiempo a replicar me tiraron contra la pared y empezaron a cachearme. Yo dije algo sobre mis derechos constitucionales y ellos replicaron: “¡Pues obtenlos!”. Así es que pagué 35 dólares a cada uno, porque resulta más fácil pagar que discutir con ellos. Recuerdo un consejo que me dio un abogado hippie al respecto. “Mira, si te encuentras completamente colgado y ves ante ti una pistola empuñada por un bicho repugnante haz servir tus piernas y tu licencia de conducir”.

· Lo recordaré. Dime algo sobre el periodismo Gonzo.

Ah, bueno, fue realmente muy divertido. Un fotógrafo amigo mío y yo hacia tiempo que no nos comíamos nada, así pues decidimos subir al estrellato haciendo una crítica del Derby anual. Pero sabes, a pesar que se trata únicamente de carreras de caballos no puedes entrar allí sino es con una recomendación de Enrique IV por lo menos. Así es que creo que nosotros nos inventamos algo así como que éramos unos enviados especiales del Museo Británico y después de media hora de enlazar una mentira detrás de otra, se nos dio pases para entrar pero con lo que no teníamos acceso ni al bar ni al recinto privado del club. Sea como sea, nos metimos dentro y nos hicimos con la primera fila de una tribuna reservada sólo para altas personalidades. Y aquí viene el drama porque yo estaba fumando un porro y descuidadamente tiré la ceniza, todavía ardiente, sobre el traje del gobernador. Como se empezó a chamuscar y nuestra culpa era evidente, le dije a mi amigo de desaparecer, y así lo hicimos.
Dos días más tarde teníamos ya las fotos reveladas y yo intentaba desesperadamente escribir un artículo sobre aquellas, pero cuanto más consultaba mi block de notas, más en blanco se quedaba mi mente. Total, que pasada una semana vino el editor al que le habíamos prometido nuestro fantástico reportaje que había de salir sin falta en el próximo número de su mediocre revista. Total, que ante el temor de que no cobráramos la pasta que se nos había prometido y ante la incapacidad totalmente manifiesta de escribir algo coherente, le di todas mis hojas de apuntes tal y como estaban; simplemente las arranqué del block. Bien, los muy estúpidos las imprimieron punto por punto, con pausas y borrones incluidos. Total, que cuando yo ví que mi nombre figuraba bajo aquel monstruoso reportaje, empecé a hacer las maltas para largarme lejos de allí.
Sin embargo, de manera inesperada empecé a recibir llamadas y recibir cartas, interesándose por mi estilo tan vanguardista y revolucionario. Al que yo dí el nombre de Gonzo en recuerdo de un amigo pasadísimo de Oakland, que siempre decía cuando una persona tiene la mente peor que la de un loco de atar se dice que es un Gonzo. Yeah, desde luego mi estilo era del más puro Gonzo, una palabra inventada pero que cuadraba allí perfectamente.

· Así que montándotelo de Gonzo te has hecho rico…

Bien, no creas, te recalco que me he pasado por lo menos diez años pagando las deudas atrasadas. Por otra parte yo sé que tengo algo de talento, es lógico pues que se me valore. Hay gente que se hace rica con el básquet, otros con los negocios, y yo lo hago con el periodismo Gonzo.

· Así todas tus mejores historias están sacadas textualmente de tu block de notas…

Mis mejores historias están aún inscritas.

· Representas el Sueño Americano, ¿eres consciente de eso?

Vete al infierno con el Sueño Americano, escribe mejor el Suicidio Americano.




Artículo publicado en el número 46 de la revista Star (Abril de 1979)